Rose Marie Muraro: la saga de una mujer imposible

El día 21 de junio concluyó su peregrinación terrena en Río de Janeiro una de las mujeres brasileras más significativas del siglo XX: Rose Marie Muraro (1930-2014). Nació casi ciega, pero hizo de esta deficiencia el gran desafío de su vida. Intuyó pronto que solo lo imposible abre lo nuevo; sólo lo imposible crea. Es lo que dice en su libro Memorias de una mujer imposible (1999,35). Con escasísima visión estudió física y economía. Pero enseguida descubrió su vocación intellectual de pensadora de la condición humana, especialmente de la condición femenina. A finales de los años 60 del siglo pasado suscitó la polémica cuestión de género. No se limitó a las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres sino que denunció relaciones de opresión en la cultura, en las ciencias, en las corrientes filosóficas, en las instituciones, en el Estado y en el sistema económico. En fin, se dio cuenta de que es en el patriarcado donde reside la raíz principal de este sistema que deshumaniza a mujeres y también a hombres.

Realizó en sí misma un impresionante proceso de liberación, narrado en el libro Los seis meses en que fui hombre (1990, 6ª edición). Pero quizá la obra más importante de Rose Marie Muraro haya sido Sexualidad de la Mujer Brasilera: cuerpo y clase social en Brasil (1996). Se trata de un investigación de campo en varios Estados de la federación, analizando como se vivencia la sexualidad, teniendo en cuenta la situación de clase de las mujeres, cosa ausente en los padres fundadores del discurso psicoanalítico. En este campo Rose innovó, creando una cuadrícula teórica que nos have entender la vivencia de la sexualidad y del cuerpo según las clases sociales. ¿Qué tipo de proceso de individuación puede realizar una mujer famélica que para no dejar morir a su hijito le da sangre de su propio pecho?

Trabajé con Rose 17 años como editores de la Editorial Vozes: ella responsible de la parte científica y yo de la parte religiosa. Incluso bajo el estricto control de los órganos de represión militar, Rose tenía el valor de publicar a los entonces autores malditos como Darcy Ribeiro, Fernando Henrique Cardoso, Paulo Freire, los cuadernos del CEBRAP y otros. Después de años de larga discusión y estudio en conjunto reunimos nuestras convergencias en un libro que considero germinal Femenino & Masculino: una nueva conciencia para el encuentro de las diferencias (2010). Destaco apenas una frase suya: «educar a un hombre es educar a un individuo, pero educar a una mujer es educar a una sociedad».

Sin abandonar nunca la cuestión de lo femenino (en el hombre y en la mujer) pronto dirigió su atención hacia los retos de la ciencia y de la técnica moderna. Ya en 1969 lanzaba Autonomación y el futuro del hombre donde preveía la precarización del mundo del trabajo.

La crisis económico-financiera de 2008 la llevó a plantear la cuestión del capital/dinero con el libro Reinventando el capital/dinero (2012), donde enfatiza la relevancia de las monedas sociales y complementarias y las redes de intercambio solidarias que permiten a los más pobres garantizar su subsistencia a contracorriente de la economía capitalista dominante.

Otra obra importante, realmente rica en conocimientos, datos y reflexiones culturales se titula Los avances tecnológicos y el futuro de la humanidad: ¿queriendo ser Dios? (2009). En este texto se confronta con la ciencia puntera, con la nanotecnología, la robótica, la ingeniería genética y la biología sintética. Ve ventajas en esos frentes, pues no es oscurantista, pero por el hecho de vivir en una sociedad que have mercancía de todo, inclusive de la vida, percibía el grave riesgo de que los científicos presumieran de poderes divinos y usaran los conocimientos para rediseñar la especie humana. De ahí el subtítulo: ¿Queriendo ser Dios? Esa es la ingenua ilusión de los científicos. Lo que nos salvará no es esa nueva Revolución Tecnológica sino que, como dice Rose, la «Revolución de la Sostenibilidad es la única que podrá salvar a la especie humana de la destrucción… pues de continuar como está, no estaremos en un juego de gana-pierde sino en un terrible juego de pierde-pierde que significará la destrucción de nuestra especie, en la cual todos perderemos» (Reinventando el capital/dinero, 238).

Rose poseía un sentimiento del mundo agudísimo: sufría con los dramas globales y celebraba los pocos avances. En los últimos tiempos veía nubes sombrías sobre todo el planeta, poniendo en peligro nuestro futuro. Murió preocupada por la búsqueda de alternativas salvadoras. Mujer de profunda fe y espiritualidad, soñaba con las capacidades humanas de transformar la tragedia anunciada en una crisis purificadora que señale el camino a una sociedad para que se reconcilie con la naturaleza y la Madre Tierra. Concluye su libro Los avances tecnológicos con esta sabia frase: «cuando desistamos de ser dioses podremos ser plenamente humanos, que aún no sabemos que es, pero que intuimos desde siempre» (p. 354).

Proclamada oficialmente Patrona del Feminismo Brasilero, por el presidente el 30 de diciembre de 2005, con la creación de la Fundación Cultural Rose Marie Muraro en 2009 dejará un legado de fecundo humanismo para las futuras generaciones. Rose Marie Muraro mostró en su saga personal que lo imposible no es un límite sino un desafío. Ella se inscribe en el linaje de las grandes mujeres arquetípicas que ayudan a la humanidad a mantener viva la lamparilla sagrada del cuidado de todo lo que existe y vive. En este afán ella se volvió inmortal.

Leonardo Boff escribió con Rose Marie Muraro el libro:Feminio/masculino: nuevo paradigma para una nueva relación, Trotta 209.

Traduccion de M.J.Gavito Milano

Calcio come religione laica universale

La coppa mondiale di calcio disputata quest’anno in Brasile, come pure altri grandi eventi calcistici, assumono caratteristiche proprie delle religioni. Per milioni di persone, il calcio – lo sport che forse più di ogni altro stimola spostamenti di persone nel mondo intero – tiene il posto tradizionalmente occupato dalla religione.

Studiosi della Religione, come Emilio Durckheim e Lucien Goldmann, tanto per citare due nomi importanti, sostengono che “La religione non è un sistema di idee; è piuttosto un sistema di forze che mobilizzano le persone fino a condurle alla più alta esaltazione” (Durckheim). La fede compare sempre abbinata alla religione. Questo stesso autore classico afferma nel suo famoso “Le forme elementari della vita religiosa”: «La fede è innanzitutto calore, vita, entusiasmo, esaltazione di tutta l’attività mentale, trasporto dell’individuo al di là di se stesso» (p. 607). E conclude Lucien Goldmann, sociologo della religione e marxista pascaliano: “Credere è scommettere che la vita e la storia hanno un senso; l’assurdo esiste ma non prevarrà”.

Dunque, a guardar bene, il calcio, per molta gente adempie caratteristiche religiose: fede, entusiasmo, calore, esaltazione, un campo di forza e una permanente scommessa che la loro squadra si aggiudicherà il trionfo finale.

La spettacolarizzazione dell’apertura dei giochi ricorda una grande celebrazione religiosa, carica di rispetto, riverenza, silenzio, seguiti da un fragoroso applauso e da grida di entusiasmo. Ritualizzazioni sofisticate, con musiche e sceneggiature delle varie culture presenti nel paese e la presentazione dei simboli del calcio (bandiere e stendardi), specialmente la coppa che mima un vero calice sacro, il santo Graal ambito da tutti. E c’è, salvo il rispetto, il pallone che funziona come una specie di Ostia con la quale tutti entrano comunione.

Nel calcio come nella religione – prendiamo la religione cattolica come punto di riferimento – esistono gli 11 apostoli (Giuda non conta) che sono gli 11 giocatori, inviati per rappresentare il paese; i santi di riferimento come Pelé, Garrincha, Beckembauer e altri; esiste inoltre un papa, presidente della Fifa, dotato di poteri quasi infallibili. Si presenta circondato da cardinali che costituiscono la commissione tecnica responsabile dell’evento. Seguono gli arcivescovi vescovi che sono i coordinatori nazionali della Coppa. Poi c’è la casta sacerdotale degli allenatori, questi portatori di speciale potere sacramentale di ammettere, confermare o togliere i giocatori. Dopo emergono i diaconi che formano il corpo dei giudici, maestri-teologi dell’ortodossia, vale a dire, delle regole del gioco, il lavoro concreto della conduzione della partita. Infine vengono (i chierichetti, che aiutano i diaconi.

Lo svolgersi della partita suscita fenomeni che avvengono anche nella religione: si odono invocazioni, canti (cori), si piange di commozione, si fanno preghiere, si emettono voti ( Filippo Scolari, allenatore brasiliano, ha mantenuto il voto di andare a piedi 20 km fino al santuario della Madonna di Caravaggio in Farroupilha, caso vincesse la Coppa come poi di fatto avvenne), scongiuri e altri simboli della diversità religiosa brasiliana. Santi forti, orixàs e energie di Axé sono evocate e invocate.

Esiste una Santa inquisizione, il corpo tecnico, la cui missione è zelare per l’ortodossia, dirimere conflitti di interpretazione ed eventualmente processare e punire giocatori o addirittura squadre intere.

Come nelle religioni e chiese, esistono nel calcio ordini e congregazioni religiose così come il “tifo organizzato”. Questi hanno i loro riti, i loro canti la loro etica, famiglie intere che scelgono di abitare vicino al Club della squadra, vere chiese, dove i fedeli si incontrano e comunicano i loro sogni. Si fanno fare tatuaggi sul corpo con i simboli della squadra. Il bambino non fa a tempo a nascere che la porticina dell’incubatrice è già ornata con i simboli della squadra del cuore per dire ‘siamo battezzati, non tradiremo la nostra fede’.

Considero ragionevole interpretare la fede come ha fatto il grande filosofo e matematico cristiano Blaise Pascal: una scommessa; se scommetti che Dio esiste hai tutto da guadagnare; se di fatto non c’è, non hai niente da perdere. Dunque è meglio scommettere che Dio esiste. Il tifoso vive di scommesse (la cui espressione maggiore è la lotteria sportiva) che la fortuna sarà a favore della sua squadra oppure che qualcosa all’ultimo minuto del gioco tutto può cambiare. Infine vincere per quanto forte sia l’avversario. Nella religione ci sono persone di riferimento, la stessa cosa vale per i campioni.

Nella religione esiste la malattia del fanatismo, dell’intolleranza e della violenza ai danni di altre espressioni religiose; lo stesso nel calcio: gruppi di di una squadra aggrediscono quelli della squadra rivale. Gli autobus vengono presi a sassate. E a volte ci scappa il morto, veri delitti conosciuti da tutti. Tifoserie organizzate e fanatiche possono ferire e perfino ammazzare tifosi del team avversario.

Per molti il calcio è diventato una cosmovisione, una forma di interpretare il mondo di dare senso alla vita. Alcuni sono depressi quando la loro squadra perde e euforici quando vince.

Io personalmente ho un grande apprezzamento per il calcio per una semplice ragione: essendo portatore di quattro protesi alle ginocchia e ai femori, mai avrei la possibilità di fare quelle corse con cadute spettacolari. Fanno quello che io non potrei mai fare senza cadere a pezzi. Ci sono giocatori che sono geniali artisti di creatività e abilità. Non senza ragione, il maggior filosofo del secolo 20º, Martin Heidegger non perdeva nessuna partita importante, perché vedeva nel calcio la concretizzazione della sua filosofia, la contesa tra Essere e Ente mentre si affrontano, si negano, si compongono e attuano l’imprevedibile gioco della vita che noi tutti stiamo giocando.

Traduzionne di Romano Baraglia

El fútbol como religión secular universal

La presente Copa Mundial de Fútbol que se está celebrando en Brasil, así como otros grandes eventos futbolísticos, asumen características propias de las religiones. Para millones de personas el fútbol, el deporte que posiblemente moviliza a más gente en el mundo, ha ocupado el lugar que comúnmente tenía la religión. Algunos estudiosos de la religión, solo para citar a dos importantes como Emile Durkheim y Lucien Goldmann, sostienen que la religión no es un sistema de ideas; es antes «un sistema de fuerzas que movilizan a las personas hasta llevarlas a la más alta exaltación» (Durckheim). La fe viene siempre acoplada a la religión. Ese mismo clásico afirma en su famoso libro Las formas elementales de la vida religiosa: «la fe es ante todo calor, vida, entusiasmo, exaltación de toda la actividad mental, transporte del individuo más allá de sí mismo» (p.607). Y Lucien Goldamnn, sociólogo de la religión y marxista pascaliano, concluye: «creer es apostar a que la vida y la historia tienen sentido; el absurdo existe, pero no prevalece».

Mirándolo bien, el fútbol para mucha gente cumple las características religiosas: fe, entusiasmo, calor, exaltación, un campo de fuerzas y una permanente apuesta de que su equipo va a triunfar.

El espectáculo de la apertura de los juegos recuerda una gran celebración religiosa, cargada de reverencia, respeto, silencio, seguido de ruidosos aplausos y gritos de entusiasmo; ritualizaciones sofisticadas, con músicas y escenificaciones de las distintas culturas presentes en el país; presentación de los símbolos del fútbol (estandartes y banderas), especialmente la copa, que funciona como un verdadero cáliz sagrado, un santo Grial buscado por todos. Y está, dicho sea con respeto, la bola que funciona como una especie de hostia que es comulgada por todos.

En el fútbol como en la religión, tomemos como referencia la católica, existen los once apóstoles (Judas no cuenta) que son los once jugadores, enviados para representar al país; los santos de referencia como Pelé, Garrincha, Beckenbauer y otros; existe demás un Papa que es el presidente de la Fifa, dotado de poderes casi infalibles. Viene rodeado de sus cardenales que constituyen la comisión técnica responsable del evento. Siguen los arzobispos y obispos que son los coordinadores nacionales de la Copa. Enseguida aparece la casta sacerdotal de los entrenadores, portadores del especial poder sacramental de poner, confirmar y quitar jugadores. Después vienen los diáconos que forman el cuerpo de los jueces, maestros-teólogos de la ortodoxia, es decir, de las reglas del juego, que hacen el trabajo concreto de conducir el partido. Al final vienen los monaguillos, los jueces de línea, que ayudan a los diáconos.

El desarrollo de un partido suscita fenómenos que ocurren también en la religión: se gritan jaculatorias (estribillos), se llora de emoción, se reza, se hacen promesas divinas (Felipe Scolari, entrenador brasilero, cumplió su promesa de ir a pie, unos veinte km, hasta el santuario de Nuestra Señora del Caravaggio en Farroupilha si ganaba Copa ese año, como así sucedió), se usan amuletos y otros símbolos de la diversidad religiosa brasilera. Santos fuertes, orixás y energías del axé son evocadas e invocadas.

Existe hasta una Santa Inquisición, el cuerpo técnico, cuya misión es velar por la ortodoxia, dirimir conflictos de interpretación y eventualmente procesar y castigar a jugadores o incluso a equipos enteros.

Así como en las religiones e Iglesias existen órdenes y congregaciones religiosas, así hay «aficiones organizadas». Tienen sus ritos, sus cánticos y su ética.

Hay familias enteras que se van a vivir cerca del Club de su equipo, que funciona como una verdadera iglesia, donde los fieles se encuentran y comulgan sus sueños. Se tatúan el cuerpo con los símbolos de su equipo y no bien acaba de nacer un niño que a la puerta de la incubadora ya es adornado con los símbolos del equipo, es decir, recibe ya ahí el bautismo, que jamás debe ser traicionado.

Considero razonable entender la fe como la formuló el gran filósofo y matemático cristiano Blas Pascal, como una apuesta: si apuestas a que Dios existe tienes todo a ganar; si después no existe, no has perdido nada. Entonces es mejor apostar a que existe. El hincha vive de apuestas (cuya expresión mayor es la lotería deportiva o la quiniela), de que la suerte favorecerá a su equipo o de que pase algo en el último minuto del juego, que cambie todo y finalmente gane, por muy fuerte que sea el adversario. Así como en la religión hay personas referenciales, lo mismo sucede con los cracs.

En la religión existe la enfermedad del fanatismo, de la intolerancia y de la violencia contra otra expresión religiosa; lo mismo ocurre en el fútbol: grupos de un equipo agreden al equipo contrario. Apedrean autobuses y pueden ocurrir verdaderos crímenes, de todos conocidos, de hinchadas organizadas y de fanáticos que pueden herir y hasta matar a seguidores del otro equipo.

Para muchos, el fútbol se ha vuelto una cosmovisión, una forma de entender el mundo y de dar sentido a la vida. Hay quienes sufren cuando su equipo pierde y están eufóricos cuando gana.

Yo personalmente aprecio el futbol por una simple razón: portador de cuatro prótesis, en las rodillas y en los fémures, jamás hacer podría hacer esas carreras y dar esos saltos y estiradas. Hacen lo que yo nunca podría hacer, sin caer y romperse. Hay jugadores que son artistas geniales de creatividad y habilidad. No sin razón, el mayor filósofo del siglo XX, Martin Heidegger, no se perdía un partido importante, pues veía en el fútbol la concretización de su filosofía: la contienda entre el Ser y el ente, enfrentándose, negándose, componiéndose y formando el imprevisible juego de la vida, que todos jugamos.

Leonardo Boff escribió: Después de 500 años, qué Brasil queremos, Vozes 2000.

Traducción de Mª José Gavito Milano

A direita nacional e internacional face ao Brasil está dando um tiro no próprio pé

 Tarso Genro, Governador do Rio Grande do Sul
Arquivo

A revista Forbes publicou em maio deste ano que 5% do PIB brasileiro está nas mãos de quinze ilustres famílias, que detém um patrimônio de 269 bilhões de reais. Thomas Piketty, autor do “O Capital no Século 21” – mencionado por Paul Krugman como provavelmente o mais importante livro de economia desta década – é autor de uma frase de uma obviedade alarmante nos dias que correm, mas que passa ter valor especial porque é formulada, não por um inimigo do capitalismo, mas por um insatisfeito com os seus rumos atuais: “os poucos que estão no topo  – diz Thomas – tendem a apropriar-se de uma grande parcela da riqueza nacional, à custa da classe média baixa” e que “isso já aconteceu no passado e pode voltar a acontecer no futuro”.

O remédio apontado pelo autor, um imposto global progressivo, vai precisamente contra a tendência autorizada pelas grandes agências financeiras, públicas e privadas, de importância no mundo, como se vê nas medidas em andamento nos países da União Europeia, que pretendem recuperar suas combalidas economias. Estudo recente, publicado pelo “El País” (22 jun. 2014), mostra 10% de queda nos gastos de alimentação da população espanhola no ano de 2013, o que atinge diretamente o consumo básico dos assalariados, aposentados e desempregados, que vivem da parca ajuda estatal.

No âmbito da crise, os índices de pobreza, já alarmantes, aumentaram gravemente  nos Estados Unidos, pois hoje já afetam 46 milhões de norte-americanos, maior cifra dos últimos 50 anos, que deve ser combinada com o aumento da renda dos 1% mais ricos, em 9%, nos últimos 35 anos. (“Página 12”, 23 jun.14, baseado em estudos do professor Abraham Lowenthal, emérito da Universidade do Sul da Califórnia). Os Estados Unidos, como se sabe, superam a União Europeia em desigualdade, pois nesta a maior concentração de renda está com 10% da população e nos EUA a maior concentração de renda, em termos relativos, está com 1% da população.

Cabe um comparativo latino-americano, para verificarmos como os diferentes países colocados na cena mundial globalizada, reagem perante os dissabores da atual crise do capital. Recentemente os nossos “especialistas” em desastres econômicos – sempre atentos aos interesses especulativos e manipulações políticas no mercado de ações -passaram a mostrar a genialidade da direita mexicana para lidar com o baixo crescimento e a pobreza. Quando se depararam com as estatísticas – a partir de 2003 a economia brasileira cresceu 45,44% e a economia mexicana, no mesmo período, cresceu 30,471% – o México desapareceu das suas colunas proféticas. Mormente porque ficaria chato revelar que a participação dos salários na renda nacional, no Brasil é de 45% e no México é de 29%.  Ou seja, o Brasil cresceu muito mais com menos desigualdade.

Esse rápido repasse na crise do capitalismo, presidido pela agenda neoliberal, serve para ilustrar a guerra de interpretações travada no meio intelectual, pelas redes e pelos órgãos de imprensa tradicional, entre as lideranças das mais diversas posições do espectro político. De um lado, estão os que entendem que a crise ocorre  porque todas as “reformas”, necessárias para o reinado completo do capital financeiro sobre a vida pública e sobre os estados (capturados pelas agências que  especulam com a dívida pública, para acumular sem trabalho) aquelas reformas, repito, não foram feitas pelos governos. Por isso, as baixas taxas de crescimento, o aumento da pobreza e do desemprego.

Num outro polo, os que, por diversos meios e com diversas gradações,  sustentam que a decomposição da socialdemocracia, em nome de um “ajuste” conservador e predatório dos direitos sociais  (com a renúncia de uma agenda socialista ou democrático-social verdadeira), significou a vitória dos valores dos que “estão no topo”, como diz Piketty. E que a pretensão verdadeira daquela agenda é desapropriar os direitos sociais, que vem sendo conquistados desde o Século 19, para conformar uma sociedade dos mais aptos, dirigida pelos mais fortes e mais ricos, capazes de se servir das grandes transformações tecnológicas, distribuindo migalhas de sobrevivência para a maioria da população, tendo como intermediária uma pequena e rica classe média, apartada nos seus condomínios ou pequenos bairros com segurança privada.

A campanha contra o Governo brasileiro e contra o Estado brasileiro, desencadeada pelos órgãos de imprensa e partidos políticos vinculados à primeira posição, no mundo inteiro,  passava a imagem de um país degradado na sua vida pública, com autoridades incapazes de acolher um evento como a Copa do Mundo, incompetentes para dar segurança às autoridades de fora do país e ineptos para a realização da própria competição. Esta campanha, no entanto,  não foi um mero mau humor da direita mundial. Foi nitidamente uma orquestração política de caráter estratégico  para desmoralizar um BRIC que, com seus avanços e recuos, com as suas vacilações e posições ousadas, já tinha demonstrado que é possível crescer, distribuir renda, cuidar da vida dos mais pobres e excluídos e, ainda,  exercer um papel político no cenário internacional,  com certa margem de autodeterminação e soberania, criticando o neoliberalismo com as “costas quentes”. À esquerda ultra-radical isso parece pouco, mas,  examinada a situação internacional e a própria fragilidade interna das bases políticas para desenvolver estas ações de resistência, convenhamos que é um feito extraordinária que nenhum governo, pelo mundo afora, conseguiu realizar com tal amplitude.

O mais grave é que os veículos de comunicação tradicionais do país, não só repassaram este pânico desmoralizante da nação e das suas instituições, como alimentaram com falsas informações os veículos externos. Trabalharam diretamente contra o Brasil, embora já ensaiem uma autocrítica oportunista, Não se tratou de mero equívoco, mas de parceria política, porque, para estes grupos, nunca se coloca como real a disjuntiva “Soberania X Dependência”, ou “Estado Social x Estado Mínimo”, ou “Cooperação Interdepende x Subordinação Dependente”, ou mesmo “Democracia x Autoritarismo”. Porque soberania, estado social, cooperação sem submissão, sempre apontam para mais democracia (não menos democracia), para mais participação das pessoas na política e na renda (não menos participação)  e as receitas europeias para resolver as crises são incompatíveis com tais conquistas da modernidade.

O traço material desta aliança e da campanha contra o Brasil é o interesse em ganhar dinheiro com a dívida pública, gerando instabilidade e desconfiança nos governos ou submetendo as nações a governos dóceis e à agenda da redução das funções públicas do Estado. A ideologia da aliança é o liberalismo econômico, ora ornamentado com traços de fascismo e intolerância, ora casado com a austeridade fiscal. Ela tanto pode arrastar as classes médias para os protestos, como atiçar o “lúmpen” para fazer quebradeiras de bens públicos e privados -principalmente bens públicos – assim esvaziando os movimento sociais e políticos de esquerda, que estão insatisfeitos, com justiça, com os limites que já bloqueiam o crescimento econômico e impedem  a melhoria da qualidade do serviços públicos nas áreas da saúde, transporte e segurança, principalmente nas grandes regiões metropolitanas. A repressão, então, por este mecanismo perverso de isolamento dos lutadores sociais, aparece legitimada para a maioria da sociedade, que não se identifica com a violência gratuita à margem da lei, aceitando uma violência do Estado, que julga “necessária”, mesmo que muitas vezes também à margem da lei.

Arrisco dizer que, diferentemente das crises clássicas do capitalismo – como na crise de 29 e  na crise “do petróleo” nos anos 70 – a crise atual se diferencia, enquanto crise política conjugada com a crise econômica,  por encontrar o capital com um grau organização mais complexo e sofisticado, sem aparência imediata, mas mais capaz de interferir rapidamente sobre os Estados, sem guerras extensivas e ocupações militares em todos os territórios de domínio. De um lado, há uma verdadeira “Internacional do Capital Financeiro”, com seus tentáculos internos na mídia e nos partidos tradicionais  -que já avança sobre os não tradicionais através do financiamento privado das campanhas eleitorais-  e, de outro, há uma visível fragmentação na estrutura material e espiritual das classes populares,  com a correspondente fragmentação dos seus movimentos e partidos.

Os bancos centrais dos países ricos, as agências privadas de risco, as instituições financeiras destinadas a especulação, juntamente com as grandes cadeias de comunicação globais, são organizados diretamente pelo dinheiro e apoiadas na reprodução ficta do dinheiro, com um manto ideológico e político que  carece de coerência programática, mas que se amplia no próprio movimento do dinheiro, como acumulação artificial incessante. Esta vai aparelhando e submetendo instituições, grupos e indivíduos, em todas as esferas da vida pública, assim tornando os próprios partidos liberais e neoliberais supérfluos, como inteligência política, constituindo-os como mera extensão e reprodução daquele movimento do dinheiro, promovendo a irrelevância das suas construções programáticas.

O surgimento de partidos de extrema direita e de caráter fascista em toda a Europa, com base de massas, também é uma agonia da política burguesa democrática em seu sentido clássico e, em termos humanos, imprime nestes  partidos o mesmo conteúdo ideológico de barbárie que move as atuais guerras de conquista territorial pelas fontes de energia fóssil: ambos os processos são inspiradas pelo espírito patriótico, ambos dependem de aplicação de doses maciças de violência para serem vitoriosos, ambos respaldam o poder dos mais fortes e mais decididos a dominar e vencer, ambos não tem a aniquilação da vida do outro como limite moral do seu projeto de poder.

Ao tentar desmoralizar o Brasil, sem qualquer rubor e apostando que a Copa fosse um festival de incompetência e violência generalizada, a direta conservadora e antidemocrática do país – associada material e ideologicamente ao capital financeiro e sua estrutura de poder internacional – mostrou mais uma vez que não conhece o Brasil. Nem o que tem de bom, produtivo e organizado, no Estado brasileiro. Não conhece o seu povo, porque não convive com as suas lutas nem compreende a sua linguagem, como demonstraram quando quiseram impedir o Prouni e o Bolsa-Família, por exemplo. Não conhecem o Estado Brasileiro, porque prestam atenção somente nas suas imperfeições e mazelas históricas, com os olhos de quem quer destruir o que ele tem de público para construir uma nação soberana, pautada pela Justiça e pela Liberdade.