Llegó la factura: la tragedia climática en Río Grande del Sur-Brasil

Leonardo Boff*

Interrumpo mi reflexión sobre los vectores de la crisis sistémica actual y las eventuales salidas de la crisis, debido a la tragedia ambiental ocurrida en Río Grande del Sur. Las intensas lluvias y las catastróficas inundaciones, con las aguas invadiendo ciudades  enteras, destruyéndolas en parte, desplazando a centenares de familias, causando miles de desplazados o de desaparecidos y muertos, nos hacen pensar.

Ante todo nuestra profunda solidaridad con las poblaciones alcanzadas por esta calamidad de proporciones bíblicas. Les expresamos nuestra com-pasión, pues como enseñaba Santo Tomás en la Suma Teológica “la compasión en sí es la virtud mayor. Pues hace parte de la compasión derramarse sobre los otros – y lo que es aún más– ayudar en la flaqueza y el dolor de los otros”. Todo el país se movilizó. El pueblo brasilero mostró lo mejor de sí, su capacidad de solidaridad y disposición de ayuda, a pesar de los malvados que explotan la desgracia para fines particulares y mediante mentiras y calumnias.

Sería erróneo pensar que solo se trata de una catástrofe natural, dado que cada cierto tiempo ocurren fenómenos semejantes. Esta vez la naturaleza de la tragedia tiene otro origen. Tiene que ver con la nueva fase en la que ha entrado el planeta Tierra: el establecimiento de una nueva etapa, caracterizada por el aumento del calentamiento global. Todo esto es de origen antropogénico, es decir, producido por los seres humanos y más específicamente por el capitalismo anglo-sajón, devastador de los equilibrios naturales.

Hay negacionistas en todas las esferas, especialmente entre los CEOS de las grandes empresas y en aquellos que se sienten bien en una posición de privilegio, asentados sobre una situación de confort. Pero la avalancha de trastornos en los climas, la irrupción de eventos extremos, las oleadas de calor intenso y de sequías severas, los grandes incendios, los tornados y la inundaciones pavorosas constituyen fenómenos innegables. Está tocando la piel de los más resistentes. Ellos también han comenzado a pensar.

Considerando la historia del planeta, que existe ya desde hace más de 4 mil millones de años, constatamos que el calentamiento global participa de la evolución y del dinamismo del universo; este está siempre en movimiento y adaptándose a las circunvoluciones energéticas que vienen sucediendo a lo largo del proceso cosmogénico. Así el planeta Tierra conoció muchas fases, algunas de frío extremo, otras de extremo calor como hace 14 millones de años. En esta época de calor extremo todavía no existía el ser humano que solamente irrumpió en África hace 7-8 millones de años y el homo sapiens actual hace solo 200 mil años.

El propio ser humano pasó por varias etapas en su diálogo con la naturaleza: inicialmente predominaba una interacción pacífica con ella; luego pasó a una intervención activa en sus ritmos, desviando cursos de ríos para la irrigación, cortando territorios para carreteras; después pasó a una verdadera agresión a la naturaleza, precisamente a partir del proceso industrialista que se aprovechó de los recursos naturales para la riqueza de algunos a costa de la pobreza de las grandes mayorías; esta agresión ha conducido, mediante tecnologías eficientes, a una verdadera destrucción de la naturaleza, al devastar ecosistemas enteros por la deforestación, en función de la producción de commodities, por el mal uso del suelo impregnándolo de agrotóxicos, contaminando las aguas y los aires. Estamos en plena fase de destrucción de las bases naturales que sustentan nuestra vida. Digamos el nombre: es el modo de producción/devastación del sistema capitalista anglosajón hoy globalizado, con sus mantras: maximización del lucro a través de la superexplotación de los bienes y servicios naturales, en el marco de una feroz competición sin el más mínimo atisbo de colaboración.

Este proceso ha tenido un gran coste, que ni siquiera ha sido tenido en cuenta por los operadores de este sistema. Los daños naturales y sociales han sido considerados como efectos colaterales que no entraban en la contabilidad de las empresas. Al estado y no a ellos cabía enfrentar tales tasas de iniquidad.

La Tierra viva empezó a reaccionar enviando virus, bacterias, todo tipo de enfermedades, huracanes, fuertes tempestades y finalmente un aumento de su temperatura natural, que ha entrado en ebullición. Hemos iniciamos un camino sin vuelta. Son los gases de efecto invernadero: el CO2, el metano (28 veces más dañino que el CO2), el óxido nitroso y el azufre, entre otros. Sólo en 2023 fueron lanzados a la atmósfera 40,8 millones de toneladas de dióxido de carbono, según consta en el informe de la COP 28, realizada en el Cairo.

Veamos los niveles de crecimiento de ese gas: en 1950 las emisiones eran de 6 mil millones de toneladas; en 2000 ya eran 25 mil millones; en 2015 subieron a 35.600 millones; en 2022 fueron 37.500 millones y finalmente en 2023, como referimos, fueron 40.900 millones de toneladas anuales. Ese volumen de gases funciona como una estufa, impidiendo que los rayos del sol retornen al universo, creando una capa caliente que ocasiona el calentamiento de todo el planeta. Hay que añadir que el dióxido de carbono, CO2, permanece en la atmósfera cerca de 100 a 110 años.

¿Cómo puede la Tierra digerir semejante contaminación? El acuerdo de París en la COP de 2015 establecía cotas de reducción de esos gases con la creación de energías alternativas (eólica, solar, de las mareas). Nada sustancial se ha hecho. Ahora ha llegado la factura a ser pagada por toda la humanidad: un calentamiento irreversible que volverá inhabitables algunas regiones del planeta en África, en Asia y también entre nosotros.

Lo que estamos presenciando en Río Grande del Sur es solo el comienzo de un proceso que, al mantenerse el tipo actual de civilización dilapidadora de la naturaleza, tiende a empeorar. Los propios climatólogos alertan: la ciencia y la técnica han despertado demasiado tarde ante este cambio climático. Ahora no podrán evitarlo, solo advertir la llegada de eventos extremos y mitigar sus efectos dañinos.

Tierra y Humanidad deberán adaptarse a este cambio climático. Los mayores y los niños así como muchos organismos vivos tendrán dificultad para hacerlo, van a sufrir mucho y tal vez morir. La Madre Tierra de aquí en adelante conocerá transformaciones nunca antes habidas. Algunas podrán destruir las vidas de miles de personas. Si no lo cuidamos, el planeta entero podrá volverse hostil a la vida de la naturaleza y a nuestra vida. Al final, podríamos hasta desaparecer. Sería el precio de nuestra irresponsabilidad, inhumanidad y descuido de la naturaleza que nos da todo para vivir. No hemos conseguido pagar la factura.

*Leonardo Boff ha escrito Cómo cuidar de la Casa Común: cómo aplazar el fin del mundo, Vozes 2024; El doloroso parto de la Madre Tierra, Vozes 2021; La búsqueda de la justa medida: cómo equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2021.

Traducción de MªJosé Gavito Milano

Warum ist gesellschaftspolitisches Engagement heute so schwierig?

     Leonardo Boff

Wir erleben derzeit einen besorgniserregenden Rückzug der Basis und verschiedener sozialer Bewegungen, vor allem der politischen, aus dem Engagement für die Umgestaltung der Gesellschaft, sei es auf nationaler oder globaler Ebene. Es ist wichtig zu erkennen, dass es ein starkes Gefühl der Ohnmacht und auch der Melancholie gibt. Abgesehen davon erleben wir auch, dass die Universitätsjugend in den zentralen Ländern (USA und Europa) gegen die unverhältnismäßige, wahllose und volksmörderische Reaktion des Staates Israel gegen die Bevölkerung des Gazastreifens als Reaktion auf den Terrorakt der Hamas am 7. Oktober letzten Jahres rebelliert.

Das politische Establishment, das die Welt vom globalen Norden aus dominiert, reagiert mit ungewöhnlicher Gewalt gegen die Demonstranten. In Deutschland wird jede Demonstration für die Palästinenser im Gazastreifen offiziell verboten und dann beim kleinsten Anzeichen von Unterstützung für die palästinensische Sache und gegen den dort stattfindenden Völkermord unterdrückt. In den USA nimmt die polizeiliche Repression gewaltsame Züge an, die sich gegen Studenten und Universitätsprofessoren und sogar gegen einen Präsidentschaftskandidaten richten.

Bei uns in Brasilien und in Lateinamerika im Allgemeinen gibt es keine öffentlichen Demonstrationen, nicht einmal gegen den Völkermord, insbesondere an 14.000 kleinen Kindern, und den Tod von etwa 80.000 Bürgern unter schwerem israelischen Bombardement, bei dem in krimineller Weise künstliche Intelligenz (KI) eingesetzt wird, um bestimmte Menschen und ihre gesamten Familien in ihren eigenen Häusern zu ermorden.

Wir müssen versuchen zu verstehen, warum diese Trägheit entstanden ist. Ich werde einige Punkte erwähnen, die uns einen Einblick in die derzeitige Situation geben, sowohl angesichts der ernsten Lage in der Ukraine, die von der russischen Brutalität verwüstet wird, als auch angesichts des Massakers und des Völkermords im Gazastreifen.

In weiten Teilen der Gesellschaft, insbesondere im Globalen Süden, aber auch in Teilen des Globalen Nordens, herrscht ein starkes Gefühl der Ohnmacht. Erstens hat sich das kapitalistische System in seiner verschärftesten Ausprägung des Neoliberalismus der Wiener/Chicagoer Schule objektiv der ganzen Welt aufgezwungen. Diejenigen, die sich dagegen wehren, sind politischer und ideologischer Unterdrückung und schließlich Staatsstreichen ausgesetzt, wie im Fall der Amtsenthebung von Dilma Russeff. Ziel ist es, das durchzusetzen, was Carl Polanyi 1944 „Die große Transformation“ nannte: den Übergang von einer Marktgesellschaft zu einer reinen Marktgesellschaft. Mit anderen Worten, alles wird zur Ware: menschliches Leben, Organe, Saatgut, Wasser, Lebensmittel, alles wird auf den Markt gebracht und erhält seinen Preis. Dies wurde bereits 1847 von Marx in „Das Elend der Philosophie“ vorausgesagt.

Diese objektive Tatsache ruft eine subjektive Reaktion hervor: Man beginnt, die Welt ohne Hoffnung zu sehen, dass es keine brauchbare Alternative zu dieser globalisierten Ungeheuerlichkeit gibt. Dies wird durch TINA (There is no Alternative) ausgedrückt: „Es gibt keine Alternative“. Die Folge ist ein Gefühl der Ohnmacht und verdrängte Enttäuschung. Dies führt zu einer defätistischen Haltung, die besagt, dass es sich nicht lohnt, gegen das System anzugehen, weil es zu groß ist und wir zu klein sind. Sie sind gezwungen, Zugeständnisse zu machen, um in einer zutiefst ungleichen und ungerechten Welt zu überleben, was Melancholie erzeugt. Melancholie bricht aus, wenn es kein Licht am Ende des Tunnels gibt. Warum sollte man sich also für eine Alternative einsetzen, die keine Aussicht auf Erfolg hat? Diese Art von Welt ist hoffnungslos, denken nicht wenige. Wir müssen uns an sie anpassen, um so wenig wie möglich zu leiden.

Ein zweiter Punkt ist die perverse Strategie des herrschenden Systems: die Schaffung einer Kultur des Konsums. Es werden so viele begehrenswerte Objekte wie möglich angeboten, auch wenn mehr als 90 % davon völlig nutzlos und unnötig sind. Es geht darum, eine der mächtigsten Kräfte der menschlichen Psyche zu manipulieren: das Begehren, dessen Natur bereits von Aristoteles erkannt und von Freud als unbegrenzt bestätigt wurde. Namhafte Psychologen (z. B. Mary Gomes und Allen Kenner) haben bereits gesagt, dass „dies das größte psychologische Projekt ist, das die menschliche Spezies je hervorgebracht hat“: zu verhindern, dass die Bürger sich als Bürger verstehen und zu einfachen Konsumenten und konsumsüchtigen Verbrauchern werden.

Um sie zu verführen, werden Billionen von Dollar für die Werbung in den Massenmedien und mit allen möglichen Mitteln der Verführung ausgegeben. Dies entspricht dem Sechsfachen der jährlichen Investitionen, die erforderlich sind, um der gesamten Menschheit hochwertige Lebensmittel, Gesundheit, Wasser und Bildung zu garantieren. Eine größere Perversität kann man sich kaum vorstellen. Aber sie ist in der allgemeinen Lebensweise der Menschheit, die daraus hervorgegangen ist, vorherrschend.

Verinnerlichte Ohnmacht und Melancholie führen dazu, dass die Mehrheit der Menschen, und leider auch die jungen Menschen, nicht ermutigt werden, sich sozial und politisch in einer Bewegung oder einem Projekt zur Veränderung zu engagieren. Die Bildung in formalen Institutionen ist entscheidend für die Sozialisierung dieser Lesart der Realität. Vandana Shiva, eine große Wissenschaftlerin und feministische Ökologin aus Indien, nennt dies die „Monokultur der Köpfe“. Diese Monokultur erzeugt bei den Schülern das naive Bewusstsein, dass dies die gute und wünschenswerte Welt ist. Sie erkennen nicht, dass sie vom herrschenden System vereinnahmt und zu dessen Reproduzenten gemacht werden.

Gegen all dies setzte Paulo Freire sein erzieherisches und befreiendes Projekt, das mit der „Pädagogik der Unterdrückten“ und der „Erziehung als Praxis der Freiheit“ begann und mit der „Erziehung mit Liebe und Hoffnung“ endete. Er prägte den Ausdruck „hoffen“: sich nicht zurücklehnen und darauf warten, dass sich die Dinge von selbst ändern, sondern die Bedingungen dafür schaffen, dass die Hoffnung ihre transformativen Ziele erreichen kann.

Wie können wir uns von einem naiven, manipulierten Bewusstsein befreien? Der Prozess der Bewusstseinsbildung reicht nicht aus, denn kritisch zu verstehen, was geschieht, bedeutet nicht, zu ändern, was geschieht. Wir müssen zu einer alternativen Praxis übergehen und dem herrschenden System ein anderes, egalitäres, nicht konsumorientiertes Gesellschaftsparadigma entgegensetzen, das solidarisch ist mit einer Produktionsweise, die auf den Rhythmen der Natur basiert (Agrarökologie und Kreislaufwirtschaft), und einer anderen Art von ökologisch-sozialer Demokratie von unten nach oben, in der die Rechte der Natur und der Mutter Erde anerkannt werden, um das Ganze, die Menschheit und die Natur, im großen gemeinsamen Haus, der Mutter Erde, zu schaffen.

(Die Reflexion, die Suche nach Alternativen, wird im nächsten Artikel folgen)

Übersetzt von Bettina Goldhacker

Somos Tierra que piensa, siente, ama y cuida

Leonardo Boff*

Hoy 22 de abril se celebra el día de la Tierra. Ella se ha transformado en la actualidad en el grande y oscuro objeto de la preocupación humana. Nos damos cuenta de que podemos ser destruidos. No por algún meteoro rasante, ni por algún cataclismo natural de proporciones fantásticas, sino por causa de la irresponsable actividad humana, especialmente por el modo de producción capitalista dominante. Se han construido tres máquinas de muerte que pueden destruir la biosfera: el peligro nuclear, la sistemática agresión a los ecosistemas y el cambio climático. Debido a esta triple alarma, hemos despertado de un torpor ancestral. Somos responsables de la vida o de la muerte de nuestro planeta vivo. Depende de nosotros el futuro común, el nuestro y el de nuestra querida casa común: la Tierra que amamos entrañablemente.

Como medio de salvación de la Tierra se invoca la ecología. No solo en su sentido manifiesto y técnico como administración de los recursos naturales, sino como una visión del mundo alternativa, como un nuevo paradigma de relación respetuosa y sinérgica con la Tierra, considerada como un superorganismo vivo (Gaia) que se autorregula.

         Cada vez nos damos más cuenta de que la ecologia se ha transformado en el contexto general de todos los problemas, de la educación, del proceso industrial, de la urbanización, del derecho y de la reflexión filosófica y religiosa. A partir de la ecología se está elaborando e imponiendo un nuevo estado de conciencia en la humanidad que se caracteriza por más benevolencia, más compasión, más sensibilidad, más ternura, más solidaridad, más cooperación, más responsabilidad hacia la Tierra y su preservación.

         La Tierra puede y debe ser salvada. Y será salvada. Ella ya pasó por más de l5 grandes devastaciones y siempre sobrevivió y salvaguardó el principio de la vida. También va a superar los impasses actuales. Pero con una condición: que cambiemos de rumbo, que de amos y señores pasemos a ser hermanos y hermanas entre nosotros y con todas las criaturas. Esta nueva óptica implica una nueva ética de responsabilidad compartida, de cuidado y de sinergia para con la Tierra.

El ser humano, en las distintas culturas y fases históricas, ha revelado esta intuición segura: pertenecemos a la Tierra; somos hijos e hijas de la Tierra; somos Tierra, pues, como se dice en el Génesis, venimos del polvo de la Tierra (Gn 2,7). Por eso hombre viene de humus. Venimos de la Tierra y volveremos a la Tierra. La Tierra no está ante de nosotros como algo distinto de nosotros mismos. Tenemos la Tierra dentro de nosotros. Somos la propia Tierra que en su evolución llegó al momento de autorrealización y de autoconciencia.

         Inicialmente no hay, pues, distancia entre nosotros y la Tierra. Formamos una misma realidad compleja, diversa y única.

         Fue lo que testimoniaron varios astronautas, los primeros en contemplar la Tierra desde fuera de la Tierra. Lo dijeron enfáticamente: desde aquí, desde la Luna o a bordo de nuestras naves espaciales no notamos diferencia entre Tierra y humanidad, entre negros y blancos, demócratas o socialistas, ricos y pobres. Humanidad y Tierra formamos una única entidad espléndida, reluciente, frágil y llena de vigor. Esa percepción es radicalmente verdadera.

         Dicho en términos de la cosmología moderna: estamos formados con las mismas energías, con los mismos elementos físico-químicos dentro de la misma red de conexiones de todo con todo que actúan desde hace 13.700 millones de años, desde que el universo, dentro de una incomensurable inestabilidad (big bang = inflación y explosión), emergió en la forma que existe hoy. Conociendo un poco esta historia del universo y de la Tierra estamos conociéndonos a nosotros mismos y nuestra ancestralidad.

         Cinco grandes actos, nos enseñan los cosmólogos, estructuran el teatro universal del cual somos coactores.

         El primero es el cósmico: irrumpieron las energías y elementos primordiales que subyacen al universo. Comenzó un proceso de expansión y a medida en que se expandía, se autocreaba y se diversificaba. Nosotros estábamos allí en las virtualidades contenidas en ese proceso.

         El segundo es el químico: en el seno de las grandes estrellas rojas (los primeros cuerpos que se densificaron y se formaron hace por lo menos 5 mil millones de años) se formaron todos los elementos pesados que constituyen hoy cada uno de los seres, como el oxígeno, el carbono, el silicio, el nitrógeno etc. Con la explosión de estas grandes estrellas (se volvieron supernovas) tales elementos se esparcieron por todo el espacio, constituyeron las galaxias, las estrellas, los planetas, la Tierra y los satélites de la fase actual del universo. Aquellos elementos químicos circulan por todo nuestro cuerpo, sangre y cerebro.

          El tercer acto es el biológico: de la materia que se complejiza y se enrolla sobre sí misma en un proceso llamado de autopoiesis (autocreación y autoorganización) irrumpió hace 3.800 millones de años la vida en todas sus formas; atravesó gravísimas destrucciones pero siempre subsistió y llegó hasta nosotros en su inconmensurable diversidad.

         El cuarto es el humano, subcapítulo de la historia de la vida. El principio de complejidad y de autocreación encuentra en los seres humanos inmensas posibilidades de expansión. La vida humana surgió y floreció en África hace unos 8-10 millones de años. A partir de ahí, se difundió por todos los continentes hasta conquistar los confines más remotos de la Tierra. El humano mostró una gran flexibilidad; se adaptó a todos los ecosistemas, desde los más gélidos de los polos a los más tórridos de los trópicos, en el suelo, en el sub-suelo, en el aire y fuera de nuestro Planeta, en las naves espaciales y en la Luna.

Finalmente, el quinto acto es el planetario: la humanidad que estaba dispersa, está volviendo a la Casa Común, al planeta Tierra. Se descubre como humanidad, con el mismo origen y el mismo destino de todos los demás seres. Se siente como la mente consciente de la Tierra, un sujeto colectivo, más allá de las culturas singulares y de los estados-naciones. A través de los medios de comunicación globales, de la interdependencia de todos con todos, se está inaugurando una nueva fase de su evolución, la fase planetaria. A partir de ahora la historia será la historia de la especie homo, de la humanidad unificada e interconectada con todo y con todos.

         Sólo podemos entender al ser humano-Tierra si lo conectamos con todo ese proceso universal; en él los elementos materiales y las energías sutiles conspiraron para que él lentamente fuera gestado y, finalmente, pudiese nacer.      

¿Pero qué significa concretamente, más allá de nuestra ancestralidad, nuestra dimensión-Tierra?

Significa, en primer lugar, que somos parte y parcela de la Tierra. Somos producto de su actividad evolutiva. Tenemos en el cuerpo, en la sangre, en el corazón, en la mente y en el espíritu elementos-Tierra. De esta constatación resulta la consciencia de profunda unidad e identificación con la Tierra y con su inmensa diversidad. No podemos caer en la ilusión racionalista y objetivista de situarnos delante de la Tierra como delante de un objeto extraño o como sus amos y señores. En un primer momento hay una relación sin distancia, sin vis-a-vis, sin separación. Somos uno con ella.        

         En un segundo momento, podemos pensar la Tierra, distanciarnos de ella para verla mejor e intervenir en ella. Y entonces sí, nos distinguimos de ella para poder estudiarla y poder actuar en ella más acertadamente. Ese distanciamento no rompe nuestro cordón umbilical con ella. Por tanto, este segundo momento no invalida el primero.      

Haber olvidado nuestra unión con la Tierra fue el error del racionalismo en todas sus formas de expresión. Él generó la ruptura con la Madre-Tierra. Dio origen al antropocentrismo, en la ilusión de que, por el hecho de poder pensar la Tierra e intervenir en sus ciclos, podíamos colocarmos sobre ella para dominarla y para disponer de ella a nuestro antojo. Aquí reside la raiz de la actual crisis ecológica.

         Por sentirnos hijos e hijas de la Tierra, porque somos la propia Tierra pensante y amante, la vivimos como Madre. Ella es un principio generativo. Representa lo Femenino que concibe, gesta, y da a luz. Emerge así el arquetipo de la Tierra como Gran Madre, Pachamama, Tonantzin, Nana y Gaia. De la misma forma que genera todo y reproduce la vida, ella también acoge todo y lo recoge en su seno. Al morir, volvemos a la Madre Tierra. Regresamos a su útero generoso y fecundo. 

         Sentir que somos Tierra nos hace tener los pies en el suelo. Hace que percibamos todo de la Tierra, su frío y su calor, su fuerza que amenaza así como su belleza que encanta. Sentir la lluvia en la piel, la brisa que refresca, el huracán que avasalla. Sentir la respiración que entra en nosotros, los olores que nos embriagan o nos molestan. Sentir la Tierra es sentir sus nichos ecológicos, captar el espíritu de cada lugar (spiritus loci). Ser Tierra es sentirse habitante de cierta porción de tierra. Habitando, nos hacemos en cierta manera limitados a un lugar, a una geografía, a un tipo de clima, de régimen de lluvias y vientos, a una manera de vivir, de trabajar y de hacer historia. Configura nuestro enraizamiento.

Pero también significa nuestra base firme, nuestro punto de contemplación del Todo, nuestra plataforma para poder alzar el vuelo más allá de este paisaje y de este pedazo de Tierra, rumbo al Todo infinito.

         Por último, sentirse Tierra es percibirse dentro de una comunidad compleja junto con otros hijos e hijas de la Tierra. La Tierra no produce solo seres humanos. Produce una miríada de micro-organismos que componen el 90% de toda la red de la vida, los insectos que constituyen la biomasa más importante de la biodiversidad. Produce las aguas, la capa verde con la infinita diversidad de plantas, flores y frutos. Produce la diversidad incontable de seres vivos, animales, pájaros y peces, nuestros compañeros dentro de la unidad sagrada de la vida porque en todos están presentes los veinte aminoácidos y las cuatro bases nitrogenadas que entran en la composición de cada vida. Produce para todos las condiciones de subsistencia, de evolución y de alimentación, en el suelo, en el subsuelo y en el aire. Sentirse Tierra es sumergirse en la comunidad terrenal, en el mundo de los hermanos y de las hermanas, todos hijos e hijas de la grande y generosa Madre Tierra, nuestro Hogar común.

         Estos son los sentimientos de pertenencia que alimentamos en este día de la Madre Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito El principio Tierra. La vuelta a la Tierra como matria y patria común, Vozes 1995: Opción Tierra. Record, RJ 2009/ Trotta 2010.

Faktoren der Systemkrise: Erosion der Ethik und Erstickung der Spiritualität

Leonardo Boff

Hinter der gegenwärtigen Systemkrise steht sicherlich ein Faktorenkomplex: Sie hat den gesamten Planeten erfasst und uns in eine Zwickmühle gebracht: Entweder wir folgen dem Weg, den die Moderne seit dem 17./18. Jahrhundert mit dem Aufkommen des wissenschaftlichen Geistes eingeschlagen hat, der das Gesicht der Erde verändert und uns unzählige Vorteile für das Leben gebracht hat. Gehen wir noch weiter: Die Art und Weise, wie wir uns entschieden haben, den Planeten zu bevölkern und unsere Gesellschaften zu organisieren, hat uns mit großen Kosten für die Ökosysteme und brutal ungleichen sozialen Beziehungen an die Grenzen der Erde geführt. Wenn wir diesen Weg weitergehen, liegt ein erschreckender Abgrund vor uns. Die lebendige Erde will uns vielleicht nicht mehr auf ihrer Oberfläche haben, weil wir zu gewalttätig und zerstörerisch sind. Wir könnten dem Anthropozän, dem Nekrezän, dem Viruszän und schließlich dem Pyrozän erliegen, verursacht durch uns selbst und auch durch die Reaktion der lebendigen Erde selbst, die verwundet und vital geschwächt ist und auf diese Weise reagiert.

Oder aber die Menschen machen in einem Moment des akuten Bewusstseins über das mögliche Verschwinden der Spezies einen Quantensprung in ihrem Bewusstsein, kommen zur Besinnung, erkennen, dass sie wirklich das Ende ihres planetarischen Abenteuers erreichen können und ändern mit Nachdruck ihren Kurs und schlagen einen neuen Weg ein.

Es wird sicherlich nicht ohne eine phänomenale Krise geschehen, die erhebliche Teile der Menschheit mit sich reißen könnte, angefangen bei den Schwächsten, aber auch ohne die am besten Ausgestatteten zu verschonen, wie es in der Urzeit des Planeten geschah, als bis zu 70 % der biologischen Vielfalt für immer verschwanden.

Welche Richtung wird sie einschlagen? Ich glaube nicht, dass irgendwelche Weisen, Wissenschaftler oder spirituellen Meister in der Lage sein werden, den Weg zu weisen. Die Menschheit, die jetzt eher durch Angst und Furcht als durch Liebe zur Zukunft geeint ist, wird erkennen, dass sie vielleicht am Ende des Weges angekommen ist. Sie wird sich umsehen und einen Weg entdecken, der von allen beschritten und gebaut werden kann. “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” (Der du gehst, es gibt keinen Weg, der Weg wird durch Gehen gemacht), lehrte uns ein verzweifelter spanischer Dichter auf der Flucht vor der franquistischen Verfolgung, und aus dem Inneren unseres menschlichen Wesens müssen wir die Inspirationen und Träume schöpfen, die unseren neuen Weg festigen werden, denn es gilt Einsteins Satz: Die Idee, die die gegenwärtige Krise verursacht hat, kann nicht dieselbe sein, die uns aus ihr herausführen wird. Wir müssen träumen, schaffen, tragfähige Utopien entwerfen und neue Wege eröffnen. Die Lebenswissenschaften haben bestätigt, dass wir Wesen der Liebe, der Solidarität und der Fürsorge sind, auch wenn uns immer ein Schatten begleitet, den wir im Auge behalten müssen.

Doch fragen wir uns zunächst: Warum haben wir diesen globalen kritischen Punkt erreicht? Hier kommt dem Philosophieren mehr als nur wissenschaftliche Erkenntnis zu Hilfe.

Neben anderen Ursachen halte ich zwei für grundlegend: die Erosion der Ethik und das Ersticken der Spiritualität.

Werfen wir einen Blick auf die klassische griechische Bedeutung von Ethos, wie sie uns auch heute noch erhellt. Ethos in Großbuchstaben bedeutet das Haus des Menschen. Mit anderen Worten: Wir trennen einen Teil der Natur ab und bearbeiten ihn so, dass er zu einem Raum wird, in dem wir gut leben können. Die andere Form ist ethos in Kleinbuchstaben, d. h. die Art und Weise, wie wir das Haus so einrichten, dass wir uns darin wohlfühlen und denen, die uns besuchen, Gastfreundschaft bieten können: das Wohnzimmer schmücken, den Tisch richtig decken, die Küche pflegen, das Feuer immer brennen lassen, die Vorratskammer auffüllen und die Schlafzimmer ordentlich aufräumen – das sind die ethischen Tugenden, die dem Ethos eine konkrete Form geben. Aber das ist noch nicht alles: Zum Ethos gehört auch die Pflege der Umgebung des Hauses, des Gartens und der Statuen der Gottheiten. Nur so nimmt das Ethos (gut leben) eine konkrete Form an (Ethos).

Das heutige Ethos ist die gemeinsame Heimat, der Planet Erde. Jahrhundertelang hat er die Menschheit ernährt. Doch mit dem Aufkommen von Wissenschaft und Technologie haben wir ihre Güter und Dienstleistungen in einer so unbegrenzten und unverantwortlichen Weise ausgebeutet, dass wir heute ihre Tragfähigkeit überschritten haben (The Earth Overshoot). Sie ist endlich und kann das moderne Projekt des unendlichen Wachstums nicht tragen. Das Ethos (gut leben im Haus) und die Art und Weise, es zu organisieren, haben alles zerstört, was für ein gutes Leben wichtig ist: Wir haben das Wasser verschmutzt, die Lebensmittel mit Pestiziden überfrachtet, die Böden vergiftet, die Luft so stark kontaminiert, dass das natürliche Lebenssystem und das menschliche Leben beeinträchtigt werden. Wir sind Zeugen einer allgemeinen Erosion von Ethos, Ethos und Ethik. Das Gemeinsame Haus ist nicht mehr gemeinschaftlich, sondern wird von Eliten in Besitz genommen, die Land, Macht und Geld besitzen und die Politik der Welt kontrollieren. Sie sind der Satan der Erde geworden.

Ebenso gravierend wie die Erosion von Ethos, ethos und Ethik im Allgemeinen ist die Unterdrückung der menschlichen Spiritualität. Um es klar zu sagen: Spiritualität ist nicht gleichbedeutend mit Religiosität, obwohl Religiosität die Spiritualität verstärken kann. Spiritualität entspringt einer anderen Quelle: aus den Tiefen des Menschen. Spiritualität ist ein wesentlicher Teil des menschlichen Wesens, wie Körperlichkeit, Psyche, Intelligenz, Wille und Affektivität.

Neurolinguisten, die neuen Biologen und herausragende Kosmologen wie Brian Swimm, Bohm und andere erkennen an, dass Spiritualität zum Wesen des Menschen gehört. Wir sind von Natur aus spirituelle Wesen, auch wenn wir nicht ausdrücklich religiös sind. Dieser spirituelle Teil in uns offenbart sich in unserer Fähigkeit zu Solidarität, Kooperation, Mitgefühl, Gemeinschaft und völliger Offenheit für andere, für die Natur, für das Universum, mit einem Wort: für das Unendliche. Die Spiritualität lässt den Menschen erkennen, dass hinter allen Dingen eine mächtige und liebevolle Energie steht, die alles erhält und es im Prozess der Evolution für neue Formen offenhält. Einige Neurologen haben ein außergewöhnliches Phänomen festgestellt. Wann immer man sich dem Heiligen existenziell nähert, tritt in einem Teil des Gehirns mit einer starken Beschleunigung der Neuronen die Erfahrung der Zugehörigkeit zu einem größeren Ganzen auf. Sie, nicht die Theologen, nannten dies den “Gottesfleck im Gehirn”. So wie wir äußere Organe haben, durch die wir die uns umgebende Realität wahrnehmen, haben wir ein inneres Organ, das unser evolutionärer Vorteil ist, um jenes Wesen wahrzunehmen, das alle Wesen sein lässt, jene geheimnisvolle Energie, die alle Wesen durchdringt und sie belebt.Diese Spirituele Dimension wurde von unsere materialistische Kultur erstickt. Sie bewertet mehr das Geld als die Natur, der Individualismus als die Kooperation. Sie benutzt mehr die Gewalt als der Dialog, um die Konflikte zu lösen. Sie kann eventuel tödliche Waffen, benutzen, um ihre Interesse zu bewahren.

Heute könnte die Verfinsterung der Ethik und die Verleugnung der menschlichen Spiritualität zu dramatischen Situationen führen. Dabei wäre das tragische Aussterben der Spezies Homo nach einigen Millionen Jahren nicht auszuschließen, der geliebt und genährt wurde von der Magna Mater, die wir nicht mit Sorgfalt, Ehrfurcht und Liebe zu erwidern wussten.

Wir müssen auch nicht verzweifeln. Das Universum hält Überraschungen bereit, und der Mensch ist ein unendliches Projekt, das in der Lage ist, Lösungen für die Fehler zu finden, die es gemacht hat.

Leonardo Boff schrieb zusammen mit Mark Hathaway das Buch Das Tao der Befreiung: eine Ökologie der Transformation in mehreren Sprachen (Vozes 2010), das in den USA die Goldmedaille für Wissenschaft und neue Kosmologie gewann.